Ser joven y despreocupado en medio de un paisaje idílico de la Italia bañada por el sol de finales de los 50: esa es la dolce vita que Tom Ripley (Matt Damon) anhela, y que Dickie Greeleaf (Jude Law) disfruta. Cuando el padre de Dickie, un adinerado constructor de barcos, pide a Tom que traiga de vuelta a casa, a América, a su hijo, éste y su bella y expatriada compañera, Marge Sherwood (Gwyneth Paltrow), nunca hubieran sospechado a qué peligrosos extremos llegaría Ripley con tal de convertir el estilo de vida de la pareja en el suyo propio. Al fin y al cabo, es mejor ser una falsa persona importante que un don nadie auténtico.

Mike Waters (River Phoenix) y Scott Favor (Keanu Reeves) son dos jóvenes chaperos que se ganan la vida prostituyéndose en las calles de Portland. Mike tiene una extraña enfermedad llamada narcolepsia, que le provoca un sueño repentino y profundo en cualquier parte.

Sofia (Sook-Yin Lee) es una sexóloga que no ha tenido nunca un orgasmo; hace años que simula placer con su marido Rob (Raphael Barker). Conoce a Severin (Lindsay Beamish), una dominadora que se presta a ayudarla. Dos pacientes de Sofia, James (Paul Dawson) y su compañero Jamie (PJ DeBoy), piensan en incluir a un tercero, Ceth (Jay Brannan), en su relación sexual, pero Jamie no acaba de decidirse. Todos se encuentran en "Shortbus", un lugar fuera de lo común donde se mezcla la política, el arte y el sexo.

Es verano en un barrio obrero y marginal de una ciudad del sur. Tano, un adolescente que cumple condena en un reformatorio, recibe un permiso especial de 48 horas para asistir a la boda de su hermano Santacana. Con su mejor amigo, Richi, se lanza a vivir esas horas con el firme propósito de divertirse y de hacer todo lo que le está prohibido: se emborracha, se droga, roba, ama y vuelve a sentirse vivo y libre. Pero, a medida que pasan las horas, Tano también asiste al desmoronamiento de todos sus puntos de referencia: el barrio, la familia, el amor, la amistad, todo ha cambiado. Más allá de un permiso de 48 horas, la libertad de Tano se convierte en un viaje obligado hacia la madurez. Algunas de las secuencias o patrones de luces intermitentes podrían afectar a los espectadores fotosensibles.