1970. Se intensifica la Guerra de Vietnam. Hay masivas protestas públicas en Estados Unidos y en todo el mundo. El presidente Nixon declara un estado de emergencia nacional y las autoridades federales tienen potestad para detener a personas que supongan un riesgo para la seguridad interna...
Martin (John Amplas) es un adolescente que cree ser un vampiro. Su primo Cuda (Lincoln Maazel) se convence del hecho, a pesar que Martin no teme al ajo, o a los crucifijos, y que puede salir a la luz del sol. Cuda cree que Martin es víctima de una maldición familiar, y que la única solución es salvar su alma. Más que una película de terror, "Martin" es un drama psicológico con ribetes muy particulares, como la necesidad de Martin de tranqulizar a sus potenciales víctimas, de manera que estas no sientan temor o pánico o las compulsivas llamadas telefónicas que efectúa a un programa de radio para explicar la auténtica naturaleza del vampirismo. Pero cuidado, el chico no es un mero alienado o un joven inadaptado. Carece de colmillos, pero utiliza hojas de afeitar para cortar la piel de las personas y beber su sangre.
Un señor de la guerra, en la remota Rumanía, se ve obligado a desencadenar toda una serie de sangrientas batallas para recuperar sus tierras. Ésto le hará conventirse en toda una leyenda por su despiadado y brutal trato hacia sus enemigos.
Drácula no está pasando una buena época. Los años ya no pasan en balde, tiene problemas de salud, económicos, e incluso ahora su propio castillo queda abierto al público excursionista, negándole así la calidad y el descanso diurno que este personaje se merece.
El principio de I Sell the Dead es una auténtica declaración de intenciones: hordas de gente en la plaza de un pueblo del siglo XIX gritan encendidas ante una guillotina a punto de cortar en dos al mismísimo Larry Fessenden. El filo cae y el busto del director de Wendigo rueda. La pantalla se tiñe de rojo. Fessenden y Dominic Monaghan (el Charlie de Perdidos) interpretan a dos ladrones condenados a muerte. El segundo optará por confesar sus interminables fechorías a un cura con el rostro de Ron Perlman, que aquí abandona el rojo demoníaco de Hellboy para sumirse en el rojo de la sangre.
El guardián del culto de Los siete vampiros de oro viaja desde China hasta Transilvania para pedir ayuda al Conde Drácula, que adopta la apariencia de un oriental y se traslada a China. Algunos años después, en una universidad china, el profesor Van Helsing pronuncia una conferencia en la que defiende la existencia de los vampiros ante las bromas inmisericordes de los alumnos. Pero no de todos. En el auditorio hay un joven, Hsi Ching, que procede de Ping Kwei, aldea que es periódicamente asolada por una secta de vampiros, la de los siete vampiros de oro. El joven convencerá a Van Helsing para organizar una expedición para aniquilar a los vampiros y salvar al poblado de tan terrible maldición. La expedición, financiada por una viuda rica, estará integrada por el joven estudiante y sus hermanos, todos ellos expertos en artes marciales.