En Berlín, Oren, un ingeniero constructor israelí que trabaja periódicamente en un gran proyecto, se encapricha del pastelero Thomas. El romance ni siquiera parece haber empezado propiamente cuando Thomas descubre que Oren ha muerto en un accidente de coche en Jerusalen. Thomas viaja allí sin saber exactamente qué es lo que está buscando. Sí halla, con todo, el café del que es propietaria la mujer de Oren, Anat, quien no tarda en ofrecerle un empleo de lo más básico, consistente en limpiar y fregar cacharros. Thomas no revela su talento hasta el cumpleaños del hijo de Anat, cuando decide preparar una sorpresa bajo la forma de una confección de pastas. Esto no acaba de sentar bien al religioso Motti, el hermano de Oren. A eso hay que sumar un hecho simple: Thomas es alemán, la comida que prepara un goy no es de conformidad con la ley judaica y un café en Jerusalem pierde clientes sin el certificado kosher.
Abla regenta una humilde pastelería en su propia vivienda de Casablanca, donde vive sola con Warda, su hija de 8 años. Su rutina, dictada por el trabajo y las labores domésticas, se ve un día interrumpida cuando alguien llama a su puerta. Se trata de Samia, una joven embarazada que busca empleo y techo. A la pequeña le atrae la recién llegada desde el primer momento, pero la madre se opone inicialmente a acoger a la extraña en su casa. Poco a poco, sin embargo, la determinación de Abla va cediendo y la llegada de Samia les abre a las tres la posibilidad de una nueva vida.
Loretta, una viuda de origen italiano que vive en Nueva York, decide contraer matrimonio con Johnny, un solterón de carácter débil al que maneja a su antojo. De repente, Johnny tiene que ir a Sicilia para visitar a su madre enferma; entonces le pide a Loretta que se encargue de invitar a la boda a su hermano Ronnie, del que está distanciado desde hace tiempo.
La vida sentimental de una joven de Nueva York se complica, cuando recibe equivocadamente de su novio un anillo de compromiso comprado en Tiffany por otra persona y destinado a otra mujer.
Stanley, un hombre analfabeto que trabaja de cocinero en una fábrica, intenta llamar la atención de Iris, una trabajadora que acaba de enviudar y que intenta sacar adelante a sus dos hijos. En cierta ocasión, al salir de trabajar, un desconocido intenta robar el bolso a Iris y Stanley la ayuda a perseguir al ladrón. A partir de entonces se establece una relación entre ellos y cuando Iris descubre que él no sabe leer decide enseñarle.
Frank Keane (Robert Carlyle) es un panadero que intenta sobreponerse a la reciente muerte de su esposa, aunque para él la vida ha perdido todo sentido. Sin embargo, el azar cambiará su destino. Un día, socorre a un hombre que ha sufrido un accidente de tráfico (John Goodman), y éste le pide que encuentre a su novia y se despida de ella en su nombre. La búsqueda lo llevará hasta “La Escuela de Baile y Buenas Maneras de Marilyn Hotchkiss”, pero para poder acercarse a la chica tendrá que inscribirse. A partir de ese momento, dos hechos cambiarán radicalmente la vida de Frank: descubre el placer del baile y conoce a una mujer que le ayudará a mirar el futuro con ilusión.
Cuando Danny, hijo de un médico militar, era un niño, ayudó a su padre, en medio de un complicado parto, a traer al mundo a una hermosa niña llamada Ann. "Cuando sea mayor, me casaré con ella", pensó Danny. Cuando, veinticinco años después, Danny es un restaurador de mosaicos se encuentra casualmente con Ann. La familia de la chica lo acoge con simpatía como si fuera un miembro más de la familia, y él les contagia a todos su pasión y sus ganas de vivir. A pesar de que Ann tiene novio, Danny no renuncia a conquistarla, pues cree que su encuentro es obra del destino.