En una comunidad rural en 1950, un niño de ocho años está fascinado por los relatos de terror. Inspirado por esas historietas, el chaval empieza a sospechar que su nueva vecina, una mujer solitaria, distante y siempre vestida de negro, es una vampiresa... (FILMAFFINITY)

En esta tercera entrega de la exitosa saga de vampiros de las novelas de Stephenie Meyer, Bella tendrá que elegir entre Edward y Jacob. La ciudad de Seattle es devastada por una serie de misteriosos asesinatos que va en aumento, mientras una vampiresa busca venganza. Bella debe escoger entre su amor por Edward y su amistad con Jacob, consciente de que su decisión puede iniciar una batalla entre vampiros y licántropos. Rodeada de peligro y con su graduación acercándose, ahora se enfrenta a la decisión más importante de su vida.

El principio de I Sell the Dead es una auténtica declaración de intenciones: hordas de gente en la plaza de un pueblo del siglo XIX gritan encendidas ante una guillotina a punto de cortar en dos al mismísimo Larry Fessenden. El filo cae y el busto del director de Wendigo rueda. La pantalla se tiñe de rojo. Fessenden y Dominic Monaghan (el Charlie de Perdidos) interpretan a dos ladrones condenados a muerte. El segundo optará por confesar sus interminables fechorías a un cura con el rostro de Ron Perlman, que aquí abandona el rojo demoníaco de Hellboy para sumirse en el rojo de la sangre.

Un amor imposible. Ya no se siente nada. Una chica humana y una vampiresa. Entre la vida y la muerte, el único posible vínculo para su union es la sangre ¿Qué tan lejos lo llevarían? Basado en un texto del autor japonés Yukio Mishima.